La política de Estados Unidos en el Medio Oriente continúa con reiteradas frustraciones por cuanto no se han cristalizado sus objetivos esperados.
El presidente estadounidense Barack Obama ofreció al inicio de su gestión una política paciente y perseverante para Medio Oriente como parte de su estrategia internacional, eso sí, marcando distancias con respecto a su predecesor George Bush, quien fue uno de los artífices de varios capítulos sangrientos como la guerra de Irak.
Obama pretendió ser un hombre de paz, que quería dar un nuevo rumbo a la política de Estados Unidos, cansado ya de guerras y conflictos, pero sus expectativas no se cumplieron y más bien terminaron en sonados fracasos.
Si revisamos la historia, el primer ejemplo de su fracaso es el proceso de paz entre Israel y el pueblo palestino. No se consolidó la negociación de la paz en los dos años anunciados por Obama y, por el contrario, las partes en conflicto continúan en constantes enfrentamientos, que afectan no solamente a esa región sino a los demás países de Medio Oriente, y adicionalmente también compromete la credibilidad de Estados Unidos.
Otro ejemplo del fracaso de la política estadounidense es la lucha contra el Estado Islámico. En Washington se destaca a diario un listado de éxitos y de victorias contra los terroristas, cuya realidad es totalmente diferente a la enunciada por el imperio.
Estados Unidos lleva más de 8.000 ataques aéreos contra el Estado Islámico, sin embargo, los resultados desdicen de la efectividad de los ataques a excepción de algunas muertes de comandantes del Estado Islámico. Los expertos señalan que la estrategia implementada por Estados Unidos tanto para Siria y cuanto para el Estado Islámico es equivocada y poco inteligente.
No se puede estar en contra de Bashar Assad y rechazar a la vez a todos sus adversarios. No negociar con Irán y combatirlo es un error. También es un error centrar toda la atención en el Estado Islámico cuando en la región existen muchos otros grupos en conflicto.
Analistas señalan que al Gobierno de Estados Unidos le falta conocimiento sobre la región, a tal extremo que en vez de coadyuvar a apaciguar los conflictos en el Medio Oriente, lo que ha conseguido, con su intervencionismo, es irritar a casi todos los socios importantes de la zona: Egipto, Arabia Saudí, Yemen, Israel, etc, tanto que ni siquiera se ponen de acuerdo en quién es 'terrorista' y quién no.
Otro ejemplo de su desacertada política injerencista es la rápida retirada de tropas de Irak, que condujo a un vacío de poder que de inmediato aprovecharon Al Qaeda, el Estado Islámico y otros grupos.
En Yemen tampoco funcionó la estrategia de restablecer a tiros la democracia.
Por su parte, en Egipto, Estados Unidos, luego de los hechos conocidos, respaldó a los “Hermanos Musulmanes”.
"Confusa", "alucinante" y "desastrosa" son sólo algunos de los comentarios más amables que se han escuchado de analistas en Washington.
Los republicanos no dejan de hablar de la "descomposición" de la política exterior, pero realmente nadie tiene una buena idea de solución para los conflictos en el Medio Oriente.
Varios analistas reiteran que el presidente Obama llegó al cargo sin experiencia de la política exterior, y quiso lograr algo así como un equilibrio de fuerzas en Afganistán para obtener la posibilidad de una solución diplomática.
Por otra parte, en el Pentágono crece la preocupación por el gigantesco flujo de refugiados que abandonan Siria y que alcanzan a más de cuatro millones.
El Gobierno de los Estados Unidos no debería prometer absolutamente nada más para Medio Oriente. Nadie cree que se pueda poner fin al conflicto en Siria en los 10 meses que le quedan a Obama de inquilino en la Casa Blanca.
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