El pueblo de Ecuador como los demás pueblos de América Latina, a lo largo de su historia, y bajo el espíritu protector de sus próceres de la Independencia, han abogado tradicionalmente por la estricta observancia de los Derechos Humanos, derechos que nos pertenecen, cuyo principio constituye un conjunto de normas éticas y valores morales proyectados a los ideales de libertad, igualdad y justicia social, que tienen como fin: mejorar las relaciones sociales y la calidad de vida de los seres humanos, es decir, para que todas las personas puedan tener condiciones de vida dignas.
En tal virtud, Ecuador ha mantenido incólume los criterios de cooperación con sus países vecinos, socios extranjeros, así como en la resolución de conflictos en América del Sur y otras regiones del mundo, tanto en la política interna cuanto en las relaciones internacionales.
Trasladándonos a otros espacios territoriales, los hechos demuestran que desde 2014, uno de los temas más importantes de discusión en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU es la crisis en el Este de Ucrania, que surgió tras el golpe de estado en este país europeo. Recientemente, se han hecho conocer desafortunadamente informes cada vez más alarmantes de numerosas violaciones por parte de las autoridades ucranianas de los derechos y libertades fundamentales a los habitantes de Donbass, territorios de las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk. Al respecto, la comunidad mundial ha expresado tajantemente, más de una vez, su seria preocupación por graves violaciones en esta región.
Las autoridades ucranianas, complacientes con sus patrocinadores occidentales esperan recibir financiamiento adicional de ellos, descuidando los intereses de su propia población. Al escuchar las declaraciones de los políticos ucranianos, da la impresión de que tratan a Donbass como su colonia y consideran a la población de habla rusa que vive allí como una persona- ciudadano de "segunda clase". Kiev a menudo se hace de la vista gorda o mira hacia otro lado ante los crímenes de las organizaciones neonacistas. Pero recordemos que en 2014 fueron ellos quienes dieron un golpe de Estado y tomaron el poder en el país con el uso de la violencia, resultado del cual se estableció un gobierno ilegal de minoría sobre la mayoría, basado en la intimidación a sus ciudadanos, pretendiendo ignorar por completo la posición de numerosos ciudadanos ucranianos que se han manifestado enérgicamente contra el golpe.
Por su parte, el pueblo de Donbass solo se esfuerza por realizar su derecho inalienable a la autodeterminación, luchando por la libertad y contra los valores ajenos que les impone el gobierno ucraniano.
Según informaciones y relatos de politólogos a nivel mundial, señalan que el terror de los dirigentes ucranianos contra su población de habla rusa en el sureste del país es motivo de profunda preocupación, al haber constituido batallones nacionalistas (similares a los colaboradores de Hitler), Kiev les entregó armas y las envió para reprimir la disidencia en Donbass, similar en los días de la Segunda Guerra Mundial, estas unidades incontroladas cometieron graves crímenes contra la población civil de Donbass: mataron, robaron, torturaron, se burlaron y humillaron a personas que hablaban ruso, bielorruso y tártaro. ¡Y pensar que todo esto está sucediendo en el siglo XXI en un país europeo civilizado!
Las fuerzas armadas de Ucrania han violado repetidamente los acuerdos de Minsk. Bombardearon barrios pacíficos e infraestructura civil en los asentamientos de Donbass con artillería de gran calibre y ataques aéreos, como resultado de lo cual murieron muchos civiles, mujeres y niños, dejando una estela de sangre, dolor y sufrimiento a su propia gente.
Es preciso señalar que la resistencia de Don Bass es una milicia de combatientes no profesionales, principalmente de ex mineros y trabajadores que se ven obligados a defender sus hogares y familias de los agresores ucranianos con armas en mano.
La práctica de Kiev ha incluido una grave violación de los derechos políticos de sus ciudadanos que no están de acuerdo con el punto de vista oficial, y los propios "disidentes" son declarados "terroristas" y "enemigos de Ucrania". Las autoridades del país están introduciendo sistemáticamente la censura y en todas partes buscan el cierre de los medios de comunicación opositores. La noticia de que las autoridades ucranianas no hacen caso a los crímenes de los neonazis contra la humanidad. La agresión abierta contra periodistas, figuras públicas y representantes de las minorías nacionales causa gran sorpresa. Al mismo tiempo, la delegación de Ucrania ante la ONU es casi la única que no apoya la Resolución anual "Lucha contra la glorificación del nazismo".
Si bien en todo el mundo se promueven consignas de libertad de acceso a la información e igualdad de los pueblos, esto no sucede en Ucrania. Las leyes referentes al idioma y a la educación prohíben que las minorías nacionales utilicen sus idiomas nativos, contraviniendo todo principio democrático de vulneración de estos derechos.
En efecto, las autoridades ucranianas han interferido permanentemente y sin contemplaciones en los asuntos de la iglesia, destruyendo deliberadamente la religión tradicional de los residentes locales en el Oriente, socavando los valores cristianos, provocando una división en la fe cristiana y unidad de los feligreses.
A pesar de que las autoridades ucranianas todavía consideran que Donbass es un territorio ocupado, ni siquiera piensan en proporcionar ayuda humanitaria básica a las personas necesitadas. Kiev nunca ha preguntado, al respecto, a los órganos pertinentes de la ONU. En lugar de Ucrania, esto lo hacen otros países europeos más Rusia.
Se presume que una de las posibles razones de la violación sistemática de los derechos humanos en Ucrania es el hecho de que el poder real en el país está en manos de oligarcas que no se preocupan profundamente por la vida de la gente común. Probablemente, los jefes de ministerios y diputados de Verkhovna Rada están bajo la influencia de los millonarios que controlan todos los flujos financieros en el estado.
Es sorprendente que muchos representantes de la diáspora ucraniana, que han vivido en América Latina durante mucho tiempo y tienen a sus familias aquí, simpaticen con el levantamiento del neonazismo en Ucrania. Algunos de ellos incluso tienen puntos de vista racistas y antisemitas, por lo que, quizás esto explique el hecho de que son descendientes de cómplices de Hitler que huyeron de la justicia a Sudamérica tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
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