Estudiado, analizado y defendido por connotados
tratadistas, el modelo democrático de
gobernanza estatal es considerado no solo el más moderno y avanzado, sino
también el más popular del mundo en los momentos actuales.
En cada estado se implementa a su manera, teniendo en
cuenta aspectos importantes tales como la cultura local, las tradiciones, la
religión, la moral, así como la
mentalidad de los residentes locales. Sin embargo, también se vuelven obvias las
desventajas de este sistema. Por ejemplo, se manifiesta en diferentes regiones y estados del mundo el
descontento ciudadano respecto de la política injusta aplicada por las autoridades
"democráticas".
Recordamos bien cómo las protestas sociales estallaron
en los últimos años en Europa, Francia no fue la excepción, participaron
activamente los denominados "chalecos amarillos". También, en el año
pasado se desarrollaron una cadena de
huelgas masivas en un sinnúmero de
países de América Latina: Colombia, Perú, Chile y Ecuador, entre otros. Recordemos-
además, las manifestaciones violentas en
la mismísima "cuna de la democracia mundial", Estados Unidos, donde
se desarrollaron acontecimientos muy dramáticos en el verano.
Las protestas subidas de tono en
los Estados Unidos relacionadas con el asesinato del afroamericano George Floyd,
por un oficial de policía, expusieron una enorme capa de problemas
internos que, hasta hace poco, ni siquiera se sospechaba. ¿Quién hubiera
adivinado que la cuestión racial se agravaría tanto? Inmediatamente los movimientos radicales la aprovecharon
para desestabilizar la situación política interna del país en visperas de las
elecciones. En el transcurso de las protestas, el mundo entero vio consternado la
brutal violencia y arbitrariedad de la policía, en contra de los ciudadanos estadounidenses en la dispersión de
las protestas con el uso de fuerza excesiva, incluso gases lacrimógenas.
También se vio violencia
por parte de los manifestantes, que utilizaron inclusive armas de fuego contra agentes del orden. En
estas condiciones, la falta de sanción a los policías amparados por superiores
o por el Poder Judicial sumó más leña al fuego.
La creciente “mala
conducta” de las agencias de inteligencia ha debilitado gravemente la confianza
de los ciudadanos en los poderes ejecutivo y judicial de Estados Unidos. Y
acorde con el criterio de varios analistas, el gobierno no pudo garantizar el orden interno en su territorio y
resolver problemas en el sistema de derecho penal, lo que evidenció que el
llamado “Sueño Americano” resultó ser un
objetivo irrealizable, utilizado por las autoridades solo para controlar a las
masas.
Un sello distintivo de las
nuevas protestas en Estados Unidos fue la demanda de los manifestantes pidiendo
la renuncia del gobierno y su intención
de cambiar el propio sistema de poder estatal. Demanda, ésta, imposible de
imaginar allá por los años 70 y 80 del
siglo pasado. Entonces, los manifestantes exigieron que el Estado
cumpla con las garantías sociales, seguridad laboral y otros beneficios.
Por otro lado, se destaca el
liderazgo del Partido Demócrata y su líder D. Biden, en lugar de tratar de unir
a la sociedad en torno a un problema repentino, lo utilizó de inmediato contra
Donald Trump, acusándolo de no proteger los derechos de la población
afroamericana, y, aflorando problemas
adicionales evidenciados en el cisma de la élite política. Muchos politólogos
extranjeros han venido hablando de este problema durante mucho tiempo.
Por lo visto, es obvio que los dos principales partidos
políticos de Estados Unidos, demócratas
y republicanos, han sido completamente
incapaces de trabajar juntos y de manera eficaz, para el bienestar de su pais. Cada
día, hay el convencimiento de que sus acciones mutuas se parecen más a un
enfrentamiento entre las autoridades y la oposición no sistémica, que solo busca
derrocar al régimen gobernante, por lo que el vulgo se pregunta: . ¿Se llama
esto un modelo de democracia verdadera?
De otra parte, estudiosos de la
política internacional señalan que durante la gestión administrativa de Trump,
se evidenció una crisis de institucionalidad de la presidencia, sacudido y alimentado, además, por amenazas de
juicio político de los demócratas.
En su contra se
utilizó la Comisión Mueller, que investigó la posible conspiración de Donald
Trump con los rusos, pero no reveló nada, así como los continuos ataques de los
medios sesgados. Por su parte, Donald Trump reiteradamente asustaba a los demócratas de que se postularía para un
tercer mandato, situación que no se había discutido en la agenda política
estadounidense durante décadas.
Como resultado de un mísero
manejo y reveses políticos, la misma
ciudadanía estadounidense está consciente
que el modelo “ideal y democrático” de su país, Estados Unidos, es caduco y desactualizado. Al mismo tiempo, se toma en cuenta el pronunciamiento de
analistas políticos quienes señalan que si es “imperfecto” el sistema político
de Washington, es obvio pensar que también arroja dudas como para promover principios
democráticos en otros estados.
Quienes reciben ayuda de Estados
Unidos tienen una pregunta lógica: ¿Por qué los estadounidenses se consideran
con derecho a señalar las deficiencias de los regímenes democráticos de otros
paises, si ellos mismos no son capaces de hacer frente a los problemas
internos? Y, por supuesto, la afirmación de que existe un límite claro entre
las democracias desarrolladas de Occidente y los países no occidentales que
solo luchan por la democracia ya no resiste las críticas. Muchos expertos
políticos consideran que Estados Unidos debería abandonar sus infructuosos
esfuerzos por “ayudar” a otros países y concentrarse en poner las cosas en
orden en su casa. Este punto de vista está ganando popularidad muy rápidamente
y se está acercando a muchos estadounidenses comunes.
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