Si retrotraemos
la historia y nos ubicamos en el siglo XX , observamos que en todos los
estados de la región se produjeron múltiples cambios en el sistema político, incluidas
revoluciones y golpes civiles y militares.
Igualmente, como regla general, cada ciclo se
caracterizó por la llegada de una nueva administración con visiones ideológicas
completamente diferentes en relación con la de sus predecesores, ya sean de
extrema derecha, o centro izquierda, socialdemócratas, movimientos
radicales o representantes de los pueblos indígenas.
En los últimos
años y en varios países de la región se ha observado una tendencia a desplazar el “péndulo político” hacia el centro izquierda, Ejemplo
de lo señalado, llegó a la presidencia Manuel
López Obrador, en México, y, Alberto Fernández, en Argentina, cuyas políticas defienden la soberanía nacional frente a los
intentos de Washington de influir en las
políticas internas y externas de sus estados.
En
contraposición, en Uruguay, Lacalle, fue electo presidente, lo que
demuestra la diferente orientación de
las tendencias políticas de los estados
de la región, que buscan su propia fórmula para el desarrollo.
Las próximas
elecciones presidenciales que se avecinan tanto en Bolivia cuanto en Ecuador,
determinarán el futuro de nuestros países. En el caso de Bolivia es de interés
especial luego de la renuncia forzada
del expresidente Evo Morales, que derivó en un enfrentamiento político interno.
Entonces, se prestan dos alternativas
ideológico políticas diametralmente
opuestas y que el pueblo boliviano deberá escoger. Por un lado, Luis Arce,
candidato a la presidencia por el MAS, cuyo proyecto político fundamental es recuperar
el legado de Evo Morales, es decir: el desarrollo
económico y la industria, así como el alto nivel de vida
de la población indígena. De otra
parte, el neoliberal K. Mesa, quien en los años 2003- 2005 ocupó el cargo más
alto del gobierno; trató tres veces de renunciar a la presidencia en un período extremadamente difícil para el país y recordado por su y paupérrima capacidad de gestión,
habiéndose convertido en presidente interino tras la salida de Sánchez de
Lozada. Es más, el pueblo boliviano sabe que Mesa nunca logró mejorar la
situación económica del país y establecer un sistema de seguridad social; alertado además por la mayoría de los partidos políticos que han
expresado abierta oposición a sus intereses de privatizar la industria
del gas, y recuerdan la recesión económica que provocó escasez de alimentos y combustibles en las principales
ciudades bolivianas, así como el estallido de protestas masivas que terminó con la muerte de decenas de ciudadanos y cientos de manifestantes
heridos. Con estos antecedentes y con una aguda pandemia sanitaria, podrá el aspirante Mesa gobernar a Bolivia, es la interrogante que flota en el ambiente
preelectoral.
Según el portal
NODAL, durante la campaña electoral, Mesa recibirá el apoyo de la expresidenta
Añez, quien durante su mandato la crisis
económica alcanzó cifras toralmente negativas. El 80% de la economía nacional
se ubicó en el sector sombra y la tasa de desempleo de 7.5%. Por primera vez, desde 1980 , el PIB del país cayó un 6%, ocasionando un impacto
extremadamente negativo en el
bienestar de amplios sectores de la
población, cuya tasa de pobreza alcanzó
un record de 37%, llevando a aun conflicto abierto entre Añez y el partido político MAS, así
como los movimientos indígenas: Aguawar y Gaswar.
Ahora, como es
conocido, Añez se negó a participar en las elecciones debido a numerosos escándalos de corrupción y conexiones con ONG estadounidenses ( USAID) que financiaron
su campaña electoral.
Segú varios
analistas, de ganar Mesa las elecciones en Bolivia, su política sería cerrar sus ojos a sus actividades ilegales y seguiría utilizando la ayuda política y económica del
exterior. Es posible, señalan, que los vínculos de Mesa con los
representantes de los Estados Unidos
lleven a un fortalecimiento aun
mayor de la influencia
estadounidense en el gobierno, y que es
poco probable que tome en cuenta la opinión de los ciudadanos.
Por tanto, las
perspectivas de cambio de un sistema político en Bolivia para el bienestar
económico y social de sus habitantes permanecen a la expectativa.
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