La situación política interna en
varios países de América Latina ha sido
inestable desde mucho tiempo atrás, caracterizado
por un aumento de la tensión social y
las consecuentes protestas masivas que
ha sido el denominador común en la
región. Basta recordar aquel fatídico mes de octubre pasado cuando se desató una ola de huelgas que se extendió por la región, cuyas razones
fueron la falta de continuidad del poder y un cambio cardinal del rumbo
político de los nuevos gobiernos neoliberales que, al no poder satisfacer las
necesidades básicas de la población, se
vieron obligados a recurrir a la ayuda de instituciones financieras de occidente.
Es fácil deducir que la actitud de
estos gobiernos sometidos al poder imperial obedece a precautelar sus propios
intereses e inclusive el del poder político y económico a espaldas de los intereses del pueblo.
Washington no ha escatimado esfuerzos para actualizar la moralmente
obsoleta “Doctrina Monroe”, y continua enceguecido en considerar
a los estados latinoamericanos
como zona de su influencia exclusiva,
con el objetivo de implantar en la región
un sistema de gobierno parecido
al de los EEUU, así como también un cambio de poder de gobernantes progresistas
a favor de políticos con puntos de vista
afines a la extrema derecha.
Octubre del 2019 fue un mes de luto para
los pueblos de la región. En Chile estalló un levantamiento masivo conocido
como “primavera de Chile”. La profunda crisis económica y un significativo
aumento en las tarifas del transporte público,
desencadenaron el extremo descontento popular. Por su parte, los pueblos indígenas, incluidos los que representan al movimiento Mapuche, se encontraban en
condiciones críticas. Grandes disturbios que continúan hasta nuestros días.
Abarcaron Santiago y otras importantes ciudades. Por orden del presidente Sebastián Piñera unidades especiales de la policía nacional y el ejército participaron en la represión de los manifestantes, y como resultado del
uso de la fuerza excesiva, unos diez mil ciudadanos resultaron heridos, un
número considerable detenidos y
alrededor de 30 personas fallecidas.
De igual manera, a principios de
octubre del 2019, la situación política interna en Ecuador se deterioró sustancialmente;
la razón fundamental del descontento fue la incoherente, inadecuada e impopular política económica del presidente Lenin
Moreno, que derivó de un aumento significativo en los precios de los
combustibles. En respuesta, los sindicatos del transporte organizaron protestas
a nivel nacional. Más tarde, el pueblo se unió a ellos, así como a varias
organizaciones tales como el movimiento
indígena de la Conaie que entró en una
confrontación abierta con las autoridades
oficiales, e incluso contra el
expresidente Correa, resultado de lo cual devino en violentos enfrentamientos entre
manifestantes y fuerzas del orden,
cientos de personas resultaron heridas
y más de 10 ecuatorianos fallecidos.
Bolivia fue otro de los países en donde
a fines del año pasado estallaron
intensos disturbios incontrolables por un gobierno
postizo, neoliberal, autoproclamado “democrático”, pero, sin duda alguna, sometido a los designios de los Estados Unidos,
país éste que no reconoció los resultados de las elecciones presidenciales
efectuadas en Bolivia, por lo que su Presidente
Constitucional Evo Morales, se vio obligado a renunciar, apoderándose del poder el segundo vicepresidente del parlamento, J.
Añez.
Frente a todo este enjambre de movimientos
anticonstitucionales, el descontento y la protesta del pueblo se hizo presente en calles, plazas y avenidas,
las mismas que fueron reprimidas fuertemente por las fuerzas represivas, y que
afloró un nuevo conflicto entre la presidenta interina y los poderosos movimientos indios como el
MAS, Aguawar y Gaswar.
La
presidenta interina, J Añez,
luego de autoproclamarse, manifestó “su deseo
de restaurar la economía y la justicia
social en el estado”, pero la gran pregunta: ¿podrá hacerlo sin la ayuda externa? Definitivamente no. Según el Portal Web del Centro Latinoamericano
de Estudios Políticos – CELAG- Añez ya
recibió $50 millones de la Agencia de los Estados Unidos Para El Desarrollo Internacional
( USAID), dineros destinados al “Programa Para el Desarrollo De La Democracia y La Protección De Los Derechos De La Población India en Bolivia, Y, sin embargo, de haber recibido esos recursos económicos, los
desacuerdos entre Añez y los pueblos
indígenas no se hicieron esperar. Ahora, por las experiencias vividas, nada
difícil que la USAID esté
financiando la campaña electoral de su
propio político, como
Washington financia los programas de “desarrollo de la democracia
“en muchos países de la región,
inclusive en el 2020, está previsto inaugurar una nueva oficina de la USAID en
Quito, a pesar del desacuerdo y las protestas del pueblo ecuatoriano.
Como es conocido, todas y cada una de
las acciones emprendidas por los Estados
Unidos en los países latinoamericanos
han sido sumamente desconcertantes, y siempre se ha considerado como un
intento de socavar nuestra independencia
y soberanía.
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